jueves, 7 de septiembre de 2017

Vieja amiga

En el colmo del patetismo decimos : https://www.youtube.com/watch?v=jjSVZWvBBVU
Pero como no importa, no es trascendente, no contribuye con el simple sostenimiento de la falsedad de una posible careta más ajustada a la irrealidad que pretendemos, que a la que quisiéramos; ahora, por otra parte está el asunto de lo que en verdad es, y entonces te pones a buscar canciones sugestivas, más cercanas con tus estúpidas obsesiones. 
Lo bueno es que termina pasando, como todo. Ahora te ves otra vez yéndote, pero el caso no es irse, sino intentar llegar a alguna parte, porque de lo contrario, uno da vueltas, camina en círculos, a ciegas. Tal vez el tipo de espiritualidad, la idiosincrasia, qué sé yo, cualquier cosa por hallar un punto entre los suspensivos de la modalidad en que nos enfrascamos vivencialmente.
Llegamos a escribir casi a la velocidad con que ideamos. Y eso qué?, miren, había una vez en la casa de Arturo Vildósola un cuadro, en realidad varios, pequeñas obras de arte impreciso pero no surreal, más bien visceral, como empuñaduras de espadas despojadas de tirón. Los restos del cerebro del hijo muerto por su propia mano hace seis meses. Un petardo, una explosión, una voz ensordeciendo. Ahora el padre se hace mierda la vida, con ímpetu y honestidad, sin miramientos. Es cuando la envidia se instaura en forma de bruma espesa moviéndose con laxitud, como una señora gorda arrastrándose hacia el refrigerador en pleno verano fatídico por haberse caído en el patio de su silla móvil. Arturo ha muerto. Le llamé como siempre y ya no estaba. Su hijo contesta y te dice tu signo. Mi signo, de qué hablamos, te dice: ha muerto, mi padre ha fallecido ayer. Ayer, cuando entrabas con Anne a hurtadillas a su habitación siendo casi la medianoche, empuñando botellas de ron y cigarrillos; adentro estabas Arturo con la mejor de las calmas, empuñando por tu parte el bastón de roble con empuñadura de níquel en forma de cabeza de hipogrifo. Nos dijimos los saludos, tú mencionaste lo avanzado de la hora, yo me puse a follar como conejo en una esquina del claustro. Tú comenzaste a reír con sinceridad, dando arcadas y torsiones monumentales. Tenía que prestártela, nos acomodamos recuerdas?, Tú debajo, ella encima, yo detrás de ella, y se va la luz. La luz no está y estamos los tres ahí, el cerebro del hijo nos ve, la pared late, respira. Como cuando comes y comes y sigues sintiendo insatisfacción, así a veces se torna follar, lo comentamos y reímos los tres, de cualquier forma estamos bien instalados ante la lluvia que resuena afuera, trajimos alcohol para pasar el rato y bueno, qué más cuentas querida amiga...

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