lunes, 14 de noviembre de 2016

Nueva consigna


La rata muere de vieja, regenta el bar y los clientes cambian como las olas del mar. El crucero se cae a pedazos, un hombre pasa cerca, aferrado a un leño, ve siluetas en el bar, recuerda mejores épocas para él, consigue llorar y lamer sus lágrimas mientras un poco de agua de mar inunda su lengua tumefacta, al rato se ahoga. La rata muere.

Y con todo esto uno ha de seguir necesitando, que me parchen, que me lancen, que me mimen, que me idolatren, que me diviertan, que me asesinen. Todos alrededor me dicen ya para qué, o, por qué así, yo sigo pensando en nada, en la línea limítrofe entre ser y estar en nada. Hubieron noches como las de anoche en las que parecía todo volver a la normalidad, ya saben, la cama y los cuerpos repantigados encima, sudorosos y complacidos, tazas de café frío y panes con queso, una película de Polanski y canciones subtituladas en mudo de Sui generis, pero ya no hay más, y si supiera que volverán a haber, paso, me llegan al pincho porque al fin y al cabo la nueva consigna sigue siendo tan vieja como esta:



MI VIDA ES IMPORTANTE;
PERO EL OBJETIVO LO ES MÁS.

AL PINCHO CON TODO.

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