viernes, 18 de noviembre de 2016

Al rato



Trato de decirte que no lo hagas, diciéndote que lo hagas. Ah, tanto daño te dije, como quieras me dices. Bueno, me hundo un buen rato en dimensiones menores y al rato salgo desnudo y chamuscado, refrito en tristeza y decepción, pero vivo. Pongo Jack Johnson y trato de silbar, toda mi puta vida de recuerdos seleccionados de los mejores álbumes, los malos incinerados en largas y tétricas noches desiertas, sepultados detrás de un árbol, entre huesos de pollo y gatos. Todo lo que hice hasta ahora, parasitar, componer canciones, destruir vidas, construir universos pequeños, llorar, añorar, fantasear, caminar, erguirme, levantarme, soñar y ensoñar, desear, apreciar, analizar. Y ahora esto, aceptar, asimilar un nuevo final y su inicio. Todavía no veo la luz de este túnel, pero sé que está próxima. Confío y sonrío mientras puedo controlar mis emociones, al rato me vacío y pataleo. 

martes, 15 de noviembre de 2016

Nadie nos recuerda

Nos resultaba tan difícil existir en el universo virtual. No lo íbamos a lograr, así publicáramos degollaciones o estupros en vivo y en directo. De cualquier forma solo nos quedaban cinco minutos, sonaba Foals y Alabam,a shakes, divertido, llenando de entusiasmo el mundo. El sol como siempre, una mierda de púas de oro incrustándose en la nuca. Iríamos pronto hacia las catacumbas de los Wari, a beber de la poza milenaria, nos dijeron que nos volveríamos poderosos como lagartos de piedra y fundidos en fuego. Ahí vamos, no nos inquieta el peligro, ya para qué, caminamos, la cara se nos cae a pedazos por el sol, nos rajamos como la arcilla seca. Llamamos a la piedra, una roca enorme que hace de puerta, oímos que suben las gradas, las sandalias suenan a mojadas, el aire sabe a humo,, hay ramas secas en forma de muñequitos vudú en las junturas de las piedras. Abren. Entramos, nadie nos recuerda afuera, ni adentro; nunca estuvimos, fuimos simples pesadillas y demonios invisibles. 

lunes, 14 de noviembre de 2016

Nueva consigna


La rata muere de vieja, regenta el bar y los clientes cambian como las olas del mar. El crucero se cae a pedazos, un hombre pasa cerca, aferrado a un leño, ve siluetas en el bar, recuerda mejores épocas para él, consigue llorar y lamer sus lágrimas mientras un poco de agua de mar inunda su lengua tumefacta, al rato se ahoga. La rata muere.

Y con todo esto uno ha de seguir necesitando, que me parchen, que me lancen, que me mimen, que me idolatren, que me diviertan, que me asesinen. Todos alrededor me dicen ya para qué, o, por qué así, yo sigo pensando en nada, en la línea limítrofe entre ser y estar en nada. Hubieron noches como las de anoche en las que parecía todo volver a la normalidad, ya saben, la cama y los cuerpos repantigados encima, sudorosos y complacidos, tazas de café frío y panes con queso, una película de Polanski y canciones subtituladas en mudo de Sui generis, pero ya no hay más, y si supiera que volverán a haber, paso, me llegan al pincho porque al fin y al cabo la nueva consigna sigue siendo tan vieja como esta:



MI VIDA ES IMPORTANTE;
PERO EL OBJETIVO LO ES MÁS.

AL PINCHO CON TODO.

martes, 8 de noviembre de 2016


Alguna vez el animal rompió a llorar extendiendo las patas delanteras al cielo durante una tormenta de polvo y granizo. Por aquellos días solía pasar el tiempo pensando en estupideces, en si aquella hembra sería exquisita o si esta otra lo engañaría al primer desacato de sus normal, o la anterior que tratando de retomar su relación hacía cosas que le generaban a él el deseo exactamente contrario de hacerlo. Y haciéndose mierda la salud pensando en estas nimiedades, asomó a los treinta años, meses antes de partir hacia altamar. 

Solía pensar que extendiendo las patas delanteras obtenía poder del firmamento, solía creer en Judaspriest como si fueran dioses,y tal vez lo eran, pero ahora no podía creer lo que veía, una rata hembra de pelaje índigo, lamiéndose los genitales con los ojos cerrados, despreocupada, junto a la barra, al extremo opuesto de donde él se encontraba. Iría por ella, claro que sí.

Día 02


Mike se ha instalado en la cocina y prepara deliciosos potajes para ebrios y prostitutas, le gusta verlos comer, masticar sin cerrar la boca, esparcir migajas por el suelo, carraspear sin recato y eructar sin disimulo. Ama su trabajo, pero empieza a llegarle al pincho, por eso recuerda cómo es que llegó ahí hace años, cuando todavía no tenía treinta, impelido por impulsos propios del fin de su primera juventud. Recordó la ciudad portuaria donde vivía en compañía la peste bubónica y el cáncer de mamas, a sus amigos sin pelaje y a humanos raros que los alimentaban diciendo que eran dioses; sin embargo no pudo evitar recordar a quien amó más allá de la cordura, y sin preverlo derrramó dos gruesas lagrimas que casi lo ahogan. 

Imagina una cama de plásticos y basura diversa retaceada por mis dientes, y tú y yo en medio, trenzados, copulando y durmiendo, despertando y volviendo a copular. Luego piensa que me voy un rato al centro en busca de comida y que no vuelvo en dos días pues la alcantarilla trajo consigo demasiados residuos de hospital, lo cual sabes que nos envilece y envicia al punto de olvidarnos quiénes somos o adónde íbamos. Después mírate, dando ultimatums tras ultimatums, como si fueras la rata mística de las leyendas, la rata cuya descendencia elevaría al trono de la tierra a nuestra especie. Y enseguida mírame ante ti, rogándote, cayendo de rodillas, solo por atravesarte una vez más, qué me hiciste maldita rata asquerosa, qué te hice yo. Nada, supongo que nada, pues al rato me fui y me embarqué en la mayor aventura de mi vida hasta ahora. Y aun cuando se te extrañe no serás tú a quien vuelva a amar, jamás, y con rabia justificada, pues ya para qué, acá lo tengo tengo todo, y nada también y en la misma medida.

Mike seca sus ojos y vuelve a lo suyo, guisar, cortar, roer, servir. Suena Let me down easy de Humo líquido, él lo sabe y se siente valiente, confiado, escupe el recuerdo de la rata asquerosa que amó y le da un gran mordisco a la pata de la cigarra que se duerme de borracha empinando en el codo. Pelean, ríen, viven.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Bitácora de una rata en ascensión a capitán


Siete de noviembre de 2016

He aquí un barco a la deriva, surcando páramos fantasmales de desolación y esquizofrenia. Y he allí, entre los restos de hombres y animales, una rata solitaria, fisgoneando por pasillos y camarotes desiertos, buscando algo que comer no solo en la basura de siempre. Darle un nombre, como a todo, ese es el hombre, Mike se llama, le dice el hombre que lo ensueña, que lo vislumbra en su imaginación. Mike está cansado de caminar y trotar, saltar y zambullirse, tiene hambre y casi flota de lo flaco que está. Mike tararea canciones de antaño y sus bigotes rozan el suelo tanteando el terreno. Mike ve a lo lejos un agujero (el barco en realidad fue un crucero trasatlántico), corre presuroso y entra. Hay un montón de seres yendo de aquí para allá y acullá, con platos y cervezas, entre bullicio y hedor de comestible. Mike sonríe, lo ha conseguido, el restobar se llama "Gutter" y Mike se ofrece de lavaplatos. Mike come luego de cien días de roer la madera. ¡Bravo Mike!

viernes, 4 de noviembre de 2016

Mil pedazos



Quisiera que estés junto a mí, diciéndome las cosas que no puedo decirlas así nada más, estoy aturdido por los pensamientos referidos  ami enfermedad, me duele el cuerpo de pensar que no tengo salida, que solo podré recuperarme internándome. Por qué diablos no pude vencer esto nada mas entrando, por qué tuve que seguir insistiendo hasta agotarlo todo, no entiendo algunas cosas, creo que hubieron momentos en los que parecía todo esto una aventura desaforada de la que saldría airoso y triunfante para escribir algo al respecto, en cambio ahora hay esto, sentarse a escribir lo que pudiste haberles dicho de cara a cara a tus seres amados. Cómo haré para recuperar la voluntad, cómo haré para ver con esperanza la vida, digo, ojalá podría preguntártelo mi amor, y oír de ti las respuestas mediante susurros cálidos que calienten mis orejas. Anoche soñé algo sumamente horripilante, había una enorme araña migala caminando entre las piedras de las ruinas de un lavadero, había una chiquilla a la que se caía el sostén y pasaba sus manos por su torso buscándolos. Dijimos cosas, traté de ver rostros, no pude como siempre, desperté y eran las tres de la mañana, rasgaban las paredes, chocaban la piel haciéndola chasquear, eso me hería, salí apresurado, vi el cielo oscuro, y las siluetas de los muros, el pavor era a estas alturas, aturdimiento habitual, le dije al gato: corre animal, no hay nada que comer, estamos arruinados. Después volví a llorar, abracé la piedra de moler una vez más, en su frialdad sentí la textura de la muerte, me resignaba como queriendo volver a intentarlo. Me sentí fragmentariamente enamorado del recuerdo de su cuerpo, de su aroma, la deseé, como siempre también, pero la había perdido, no estaban sino sus ecos impregnados en las telas, en el piso, en los muebles. Respiré hondo, quise ponerme de pie, no pude, algo me sujetaba con fuerza. Me retorcí en la cama hasta que fueron casi las doce del día, el hambre me era indiferente, solo el vacío estómago corrugado hacía ciertos ruidos de rato en rato, uno veía por las rendijas, a la gente, a los perros, uno veía a la hormiga caminando por la ropa tendida, uno veía al viento y nada sentía, la noche era inmensa, larga, oscura como nunca, uno presentía la fatalidad, estaba tal vez siendo demasiado caricaturista de mi tragedia, empeorando lo inmejorable, haciendo cuadritos y pedazos dispersos los colores de mi ser. Volví a llorar, esta vez gimiendo escandalosamente, en la televisión decían algo sobre el presidente y Bolivia, vi sus ternos, imaginé sus casas, sus infancias, me sentí marginal, otra vez, recordé mis primeros pasos separado de mi madre, la añoré con dolor, vi incendios provocados por mi mano, y luego la frialdad de la hoja de acero en mi cuello, a mis cinco añitos, qué había sucedido conmigo, realmente quise volar en mil pedazos. Y tal vez lo haría, no había remedio, la necedad de la parte psicológica de mi enfermedad era crónica, insalvable.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

El mundo


Al cabo de una semana de ir andando como loco en busca de un ser humano que me aplaque todo el dolor que mi ser segregaba a causa de una estúpida enfermedad de la que ahora voy recuperándome, recuerdo a mi buen amigo diciendo: Qué signo es?, leo, le dije, ah ya, cualquier momento prepárate para recibir el zarpazo y ser el almuerzo de ella. Punto. Yo la víctima, ella lo es, según ella claro, yo el victimario y todo ese vacío, ese desamparo, todas esas cosas de las que ahora vivo tratando de alcanzar el recuerdo palpable. El miedo, la impaciencia, ya basta me digo, hoy se acaba, quiero decir más cosas pero ya no quiero, ya para qué... Desisto de esto, ahora voy a recibir a un nuevo ser, sé que anda por estas mismas calles, la veré, nos veremos y seremos unidad hacia el infinito, uno contra el mundo, uno hecho de mil, contra y a favor, eh aquí el mundo que gesto...

Aquí bajo


Yo no sé cuán débil es mi mente, bueno, ya lo voy sabiendo, me imagino metiéndome a trabajar en cualquier cosa para restablecerme, para demostrarle a quienes me dan por vencido, que todavía existo, que estoy aquí, que respiro y siento, pero nada, no logro resistir al mundo, a su normal quietud, su tan apacible aceptarlo todo tal y como viene, para seguir simplemente sobreviviendo. Te digo algo, ya no tengo fuerzas para seguir haciéndome al huevón.
Te mataría a golpes, debí haberlo hecho cuando ofendiste mi entrega, mi pasión a esta carrera que ya veo, doy por perdida, la literatura y las palabras no me sirvieron más que para alejar a todos lo que decían quererme, y ahora soy un prueba andante y latente de ese sentir vano, esa sensación de tedio y odio, tristeza y corrupción que invade mi alma. Aquí te dejo vida mía, aquí bajo yo.

VAMOS


Mi muy amada humanidad:

Tengo que hacer esto, es cuestión de vida o muerte. Ahora que la gente es nadie y nadie es mi cualidad primigenia y profunda, ellos nadie, yo nadie, queda escribir para todos nosotros, los nadie. 
Se me hizo infernal pensar de ayer para hoy en ya sabes, imaginarla yéndose sin ninguna lágrima por lo nuestro, me hiere, todavía creo que las palabras en representación de ciertas emociones, valen más que cualquier carro de última generación, digo esto con la convicción de quien ayer mientras caminaba por calles nada diferentes a cualquier otra en la serranía peruana, decía cosas como:

Cuando quieras, cuando necesites y cuando no, cuando solo inclines la cabeza, seré el hombro en el que te mezas, seré el aliento en que ahogues el desaliento. Te diré cosas que te hagan reír mientras llores, te diré ya basta cuando no pares y seré quien tome la posta de tu aceleración, recibiré la potencia del veneno con gusto, seré tu almohada en la piedra que ensueñas, seré el calor en la frigidez de la tristeza. Y cuando todos se hayan marchado de tu vida por algún asunto con la soledad o la marginalidad, yo estaré para ti en cada rayo de luz, en cada atisbo de esperanza, en cada canto de las aves, en todas partes, solo dirás, ven, aquí estoy, y estaré para ti.


 Y no sé mañana, no sé lo que sienta, seguiré pensando en el mar como un bálsamo, una especia, y trataré de soñar con él, trataré de estar en más movimiento que ayer, sudaré la tristeza, ahí vamos.