viernes, 3 de octubre de 2014

NO HABÍA FONDO


Débil, el hombre es débil y más si juega a no serlo. Mire usted cómo ha resultado todo esto: unas pocas ilusiones siendo desbaratadas por el empeño necio en ya sabe... Le cuento por ejemplo que bastaron un centenar de idas y vueltas para convertir una ciudad natal en un cementerio de latencias y amenazas. Todo el mundo se había marchado, no quedaban sino los miedos estúpidos inclusive a los vagos recuerdos de lluvias, carencias, caricias, etc. E intentar vivir fingiendo no darse cuenta de nada, oyendo la misma música, enfrentando las mismas complicaciones una y otra vez hasta agotar todo recurso viable, vital o posible; ¿vivir así es supervivencia experimental no le parece?, en aras de nada y por nada.
Pero además mire usted señor, no es muy justo dejar que se presencie y viva todo esto, está bien que el sujeto en cuestión haya transgredido todo por voluntad e iniciativa propia, pero luego, dejarlo agonizar ahogándose en su sangre es peor que asestarle el puñal en el pecho ¿no cree?

Entiendo, no basta, nada es suficiente, ni siquiera desde afuera, solo que adentro se percibe todo con más dolor y malicia. Antes era mejor, ahora peor, imagínese después. Si tu madre te viera, le decimos, lloraría hasta volverse a morir, enhorabuena que muy pocos sepan de una condición patológica tan vil y degradante. Yo sabía que andaba mal, sabía que muy pocas veces se tiene las de ganar contra la basura tecnológica, ¿acaso ahora la frustración o el solipsismo de un ideal devengado de un cliché y luego de un estereotipo, bastan para darse por vencido, por eludido? ¡No es no!, existen los argumentos a nuestro favor, los motivos tangibles, las cuotas espirituales; probablemente al margen de cuanto haya por justificar como usualmente se hace desde una condición ordinaria, y todos sabemos que ésta no es tal.

Pero retomemos el caso desde el fondo, vimos un cuadro de vacío espiritual propulsado al infinito en busca de la sinrazón que sustente como mejor pueda este desbarajuste; enseguida la corrosión desde la periferia hasta el tuétano. Tan solo con un hilo de diferencia entre lo que hay y lo que no, pues lo corrompido y lo que no son los lados de una misma moneda trucada para engañar al comprador, mas no al vendedor; y acá sin duda se vino a vender ilusiones y sueños, ni más ni menos. Díganme a ver, ¿no bastaba con facilitar cierta equidad entre sus pasiones y sus descalabros suicidas? Porque si nada basta entonces estaríamos hablando de desconexión con el orden, con los patrones de diseño; ¿qué le ocurre diseñador, ya no funcionan esos dedos como solían, no está resultando provechosa la suma de renuencias, de confianza absoluta en un mañana, en una oración, inclusive en la postración? ¿Qué tan difícil puede ser para Ud. que “todo lo hizo”, cambiar solo un cable en la marañita de su cabeza; a ver por qué tarda tanto en hallar la solución. Y no dirá ahora que la solución es la inmolación, ambos sabemos acá a dónde va a parar todo cuanto se incinera, y también de dónde viene el fuego, o vamos a seguir haciéndonos a los desentendidos con nuestra propia cagada.

Muchas veces vivimos pensando en blanco y nos desvivimos en negros innecesarios que cualquier rojo o amarillo pudiera sentarle mejor que el remedio o la definitiva quietud forzada desde la aniquilación de los sentidos, o tan solo de las manos, del gusto. Así, una lengua chamuscada sería mejor que un par de pies moviéndose sin dirección; eso te dices, pero qué haces, a qué contribuyes, no es obvio acaso el sin número de posibilidades aquí junto al barro, allá junto al polvo, y por allá hasta el mar que todo lo contempla como si nada, como si tras toda su piel líquida y sudada no hubiera sino vacío fantasmal, del que siempre asola y nos recuerda en verdad de qué estamos hechos; como si no bastara con nuestras existencias pasajeras, qué tristeza en saberlo, y más en no hacer nada salvo seguir viendo de lejos.


Esto y muchas cosas más que podríamos seguir diciendo como canta un grillo en la noche irreversible de su extinción. Afuera ya no hay nadie, apenas un perro, adentro solo un guiño fosforescente que se resiste a la guillotina, al desvarío extraviado en las cosas que no hacemos debiendo hacerlas o todo lo demás. Mierda, no había fondo.....

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