viernes, 26 de mayo de 2017

La vida continuó

El día que siguió fue extraño, decimos esto con la potestad de quien nos convoca a plasmar mediante palabras escritas todo esto, extraño en el sentido de ser nuevo, inusitado. Odiaba a todo el mundo, sin distinción de clases ni nada parecido, era el símbolo del odio, había sido concebido así, tenía que acatar con honestidad y humildad su condición. En ese sentido, comprendió que el inclusive el niño tendría que apartarse de su lado, o apartarlo él, como sea, la mañana en que volvió de un viaje corto, el niño hundió la cara ente las piernas de su madre y no quiso saber nada más del mundo, él comprendió lo que sucedía, el niño sabía lo de la línea que su padre había cruzado y desde donde no había marcha atrás. Por eso decidió irse, sin pronunciar palabra alguna, a paso apresurado, sin volver la mirada, pensando en playas y seres con cuernos, diciéndose a cada paso, los odio a todos, a todos, a todos. Después abordó un bus y comió sin degustar, la tarde cayó, consiguió unas monedas, cogió la mochila y metió su par de libros y trapos y partió. 
El niño se hizo hombre y no recuerda a su padre, jamás se dibujó en su memoria los ratos que vivieron juntos, menos las palabras que aquél le dijo, nada, se perdió todo entre la bruma de lo improbable y así como para su padre su madre se volvió una abstracción, un evento desafortunado en los arcanos de las quimeras, así su nombre se desligó de significación y pasó a ser una palabra hundida en agujeros negros de insignificancia. La vida continuó...

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