lunes, 1 de mayo de 2017

Al rato vuelve a amanecer

Es muy fácil querido hermano, primero te concentras en ti mismo y olvidas el mundo, pero no te olvides de ti, eso es importante, porque cabe la posibilidad de perderse, extraviarse en el universo del caos de la ideas mientras se desliga uno del resto. Para qué te preguntarás, para qué hacerlo, para saber de qué estamos hechos, o poner a prueba la afinidad, los lazos que hemos tendido con otras personas. Te llevarás tal sorpresa que déjame decirte que siempre es así, todo es tan frágil, tan banal, tan falso, solo nos une al resto pequeñas cosas que de romperlas, evidencian la INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER, insoportable porque para qué hemos de construir relaciones supuestamente importantes, verdaderas, para qué el amor y la amistad, el respeto y las responsabilidades, si al final, rompes un hilo y todo se viene abajo. Tenemos que concentrarnos en nosotros mismos, hacer del mundo un lugar en el que estemos cómodos y suficientes, no para el resto, solo para nosotros, porque en esto del individualismo, nadie importa, solo nosotros. Por eso nos vamos por quincuagésima vez, sin rencores, pero sí con hartas deudas y decepciones, nostalgias y recuerdos que solo significan algo para mí, no para el resto, que considera que lo que pasó como algo muerto. No, para nosotros el mundo está construido de recuerdos, de la capacidad de retenerlos y llevarlos con nosotros en cada instante. Que si no aprendemos de nuestros errores, estamos condenados a repetir la historia. Pues bien, repetir lo que nos gusta no es algo contra que luchar y evitar que suceda, nosotros vamos a volver a enamorarnos de la vida, de la gente, pero todo desde nuestra orilla, nos hemos hecho mucho daño pretendiendo que alguien más comparta estas ideas, de manera que estamos solos mucho mejor. Iremos a pescar, tal como lo imaginamos, los sábados por la mañana, llevaremos un cuaderno para dibujar y música en mp3, fumaremos un porro ni bien sentados sobre una pedruzca peña desde donde tendremos que disfrutar del sonido del agua, de su aspecto, de su maravilloso ser. Después volveremos a casa y leeremos un buen rato, al anochecer, mientras comamos un rico juane con una cerveza en lata y harto ají, nos envolveremos en la habitual melancolía, a lo mejor lloraremos mientras sapeamos en la televisión la programación virulenta de este país paradisíaco de mierda. Después, esperamos que esto no dure mucho, nos masturbaremos y elegiremos una película sobre la cual fantasear y quizá, al filo de la media noche, escribamos algo en el papel, en el blog, en forma de reflexión, de relato, de poema, de todo eso que decidimos hacer siempre. Y al rato volverá a amanecer...

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