jueves, 11 de mayo de 2017

La gran manzana



Pensaba con insistencia en el relato sobre el barrio dentro del otro barrio, uno que por las madrugadas daba vueltas, alterando las dimensiones. De manera que para cuando salías por la mañana, inclusive antes, tan solo al despertar y ver que nunca habías visto la figura de una especie de cristo corrugado en las grietas más notables de la esquina derecha frente a ti. Solo quedaba Cortázar y Bisama, qué dilema, de tantas opciones, solo estos dos escritores, la decisión ya había sido tomada antes, de modo que tenía con ambos un par de blocks de notas y posavasos, a lo mejor un par de relecturas al azar y evocaciones diversas y más nada. La ventana era enorme, tengo que mencionarlo, pensaría cualquiera, yo no soy cualquiera me digo a menudo, y ando con una especie de marca imaginaria en la frente y me vanaglorio como un mimo. La habitación por fin es mía, no mía mía, ya saben, la alquilé, pero debo confesar que es la primera vez en estos siete u ocho años que ando medio como estancado en obsesiones y alucinaciones y esas cosas, que tengo un espacio exclusivamente para mí. Al ingresar en él comprobé que el manto de polvo era impresionante, y por eso decidí dejarlo tal como está, a lo mejor me decido traer unos sacos con más polvo y llenar la habitación hasta que al caminar te hundas en polvo hasta las rodillas, sería perfecto en días de intenso sol, justo cuando el polvo descansa en paz, al rato entra a tallar el viento y entonces todo se complica, y sin embargo ese asunto ya no es nuestro. ¿Ya dije que es enorme verdad?, por si no lo dije todavía, uno se acuesta al nivel del suelo y mira a su alrededor, una extensa planicie, no puedes aceptar que es tan extenso hasta que te sientas y sigues viendo tal extensión, pero nada como animarse a caminar unas horas hacia esa profundidad. Caminas y caminas y nunca llegas a ninguna parte, pero sí ves cosas, cosas que te pasaron, gente que conociste, entre otros...

El rostro del niño cuando lo llevas por primera vez a la habitación, es el mismo, pero no por mucho, se arrebata, transfigura, reforma, adquiriendo una nueva consistencia y definición en la escala de grises, yo sé, lo veo, es por la habitación, hay algo. Es cuando empezamos con todo esto, hay algo, siempre hay algo.

Si le preguntaras alguna vez cómo fueron estos días, tal vez la respuesta se aleje de esta versión. Fueron días largos, llenos de recuerdos tortuosos en su deliciosa evocación, a veces eran tan puros como el contorno de tus manos, otras olía tus adentros y miraba por la enorme ventana hacia los callejones esperando verte caminar llevando en un cesto algunas naranjas, despreocupada, vanidosa, y yo seguiré esperando que alguna vez vuelvas la mirada hacia este nuevo rincón y te animes a subir y ver conmigo una puesta de sol entre la maraña de cables que hay afuera y tal vez hasta te animes a buscarme y esperarme entre esos callejones. yo pienso que la esperanza es resignarse y albergar la fantástica posibilidad de recuperarlo todo, pero lo que yo piense no tiene importancia, en cambio lo que imagine...

Ahora iba rumbo al centro de la ciudad de Huamanga, es decir unas seis o siete cuadras de la manzana movible donde ahora vivo, a agenciarme de algún empleo para ganarme el día, la comida, las conversaciones de reojo durante el trabajo, sea el que fuere, las miradas cómplices con los de seguridad  y los clásicos acuerdos de echarnos licor al cuerpo en la primera oportunidad, y hasta los romances silenciosos con las chicas de caja o en general, las que paran en administración, todas limpísimas y ricas en sus trajecitos y perfumadas hasta la lascivia. Estaba leyendo Modelo para armar y yo sabía lo que Julio logró hacer, un texto que se mueva solo, que alcance los desniveles del pensamiento humano, que no trace una línea o se mueva en círculos, bueno, a lo mejor lo de los círculos está bien, pero no lo de la línea, en lugar de ello uno siente que ha sido impelido por algunas de sus palabras, o quién sabe si por todas, para salir a buscar un empleo en una especie de café o algo, un lugar donde pudiera decir un par de cosas antes de cobrar por un poco de agua, café y azúcar, claro y la buena música. /Como si hubiera la mala música, hablo pavadas/ quiero decir que algo de jazz o blues, ya saben cuando uno se pone en plan esnobista, todo es refinado y exclusivo, en realidad me gusta más el thrash metal y sus vertientes que la aparente calma y armonía de un saxo embarrado de dolor y saliva, lágrimas, sangre y kilómetros de nostalgia entre los música y sus gentes, yo qué sé. Salí pues, y como siempre, nada. Pura mierda, la misma basura, parecería que este país requiere solo a señoritas en el ámbito marginal de la gente laboralmente activa, o en su defecto, vigilantes. Yo mido uno setenta, podría hacerlo porque últimamente he visto policías más bajitos que yo, y de los cuales me precio haberme burlado entre dientes, jajaja, rata enana y corrupta, diciendo o tan solo sintiéndome mejor que él, aun cuando para ser honestos, no soy mejor que nadie, y ahí trato de que radique mi orgullo, no ser mejor ni peor que nadie, ser alguien además y nada más, no tengo tanta urgencia con el ser, tal vez con el pere/ser, pero ese asunto lo trato a solas en mi habitación, cuando empieza a girar la manzana, que ahora llamaré: La gran manzana y uno no puede comprender cómo es que sucede aquello, bueno, he pensado que hay debajo engranajes inmensos y duendes empujando recias y enormes vigas alrededor de un eje que muele diamantes, que es equivalente para los duendes lo mismo que para nosotros es el café o la cocoa. Digo esto porque una vez de pequeño se me ocurrió que habían personitas (duendes) en las radios, y que eran ellos que locutaban y tocaban sus instrumentos incansables hasta que un día se le acaban las pilas y mis manos no pueden impedir que abra el aparato a martillazos para liberar a esas personitas, decirles que salgan al mundo a compartir sus capacidades sin estar ocultándose, sin ser marginales, y vaya que encontré seres vivos, habían arañas, polillas, chanchitos, etc, los mismos que emprendieron la fuga mientras mi martillo se afanaba con ellos. Lo único que saqué de tanta destrucción fue un pedazo considerable de imán, que valgan verdades se quedó pegado a mí durante los próximos veinticinco años. Ahora que ha pasado todo este tiempo, sé que debajo de La gran manzana hay varios imanes, y no solo eso, sino que también hay oro por montones. Solo tengo que encontrar un buen sitio y bajar a las dos de la mañana que no transita nadie y cavar una fosa pequeña y meter la mano, ahí tienen que estar.

Ése día no encontré nada, terminé cobrando por algo que no debía cobrar, un favor a alguien. Recoger a un niño de su escuela y llevarlo con sus abuelos. El niño es amigo mío desde los tres años, yo tenía veintiseis y su tía y yo nos amábamos mucho, al rato ya no nos amábamos pero a veces nos veía juntos y por eso se animó a decirme: ¿por qué mi tía ya no te abraza y besa tío? Ya no me ama, o bueno, sí me ama, pero de otro modo, a través del amor que le profesa a nuestro hijo. ¿Cómo es eso?, me pregunta, simple, le digo, cuando una pareja tiene un hijo, ese niño se convierte en el nexo entre dos amores caducos y gastados por la ufana realidad que nos aplasta. Y bueno, ya no hace falta amarse entre ellos, solo amar al nexo. El niño me mira incapaz de comprender aquello, y es que es tan descabellado como mis alucinaciones, le entiendo y le digo acariciando su cabeza: olvídalo amigo, son pavadas, las personas se aman y desaman como cambian de ropa, bueno, algunos, tú sé niño lo más que puedas, verás que tan pronto como se acabe se acaba lo dulce de la vida. Lo entregué a su abuela y pensé ir al mercado a comer frutas en cuasidescomposición, pero otro niño se asoma por la puerta y me resulta imposible no llamarlo y llevarlo en brazos conmigo, se trata de mi hijo. Ye he dicho que volví a esta villa para estar cerca de él, ya dije también que no iba a importarme una mierda su madre y su pérfida vida, sé que no cumplo lo que prometo usando palabras, pero es que es tan duro hacerlo, y tengo qué, como dice ella, lo iré haciendo en el camino, importarme una mierda este sentimentalismo. Hay gente que lo logra tan fácil que resulta envidiable, yo soy de los otros, que casi nunca logran nada y quedan atascados en el túnel del odio y la miseria, cuestión genética, deuda milenaria, tantas cosas que uno carga y tiene que hacerlo porque sí. Como sea, luego de la entrega habían tres posibilidades: que el padre de mi amigo niño me diera dos soles para reponer el pasaje invertido en recoger a su hijo siempre en cuando fuera miserable, o que me diera tres soles por el mismo concepto siendo consciente, o que en el mejor de los casos me diera cinco soles, evidenciando sus cualidades dadivosas. Me dejó el dinero en la librería donde siempre caigo a refugiarme del tedio y la banalidad de esta ciudad sin nombre importante, eran diez soles. Qué hago, le llamo y le cuestiono su accionar, o sonrío complacido porque la realidad a veces supera las expectativas más fantásticas, o hacer nada y comer en el jr. Chorro un buen plato de tres soles de chanfainita con tallarín, un par de tragos y volver a la habitación rotante y evaluar lo de las excavaciones.  Hice lo último y mañana sería otro "gran" día en la vida de un joven sin horizontes ni esperanzas.

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