martes, 2 de septiembre de 2014

EL ABISMO

La fotografía mostraba un conjunto de viviendas de adobe con tejas rojas, y más abajo una especie de patio inclinado de aspecto sombrío que terminaba en un abismo. Justo al borde se hallaba Mercedes, mirando al vacío o más allá de lo visible. No pude decir nada en cuanto la vi, pero luego de un minuto de despegar la mirada lo supe; esto está bajo el puente Rioja, dije para mis adentros, la tal Mercedes vive bajo el puente, pero ese abismo no puede existir, debe ser un montaje, o es que...

Olvida la idea de un agujero tan grande como el que viste en la fotografía, en lugar de ello piensa en Mercedes y su cartas, las que fue enviando periodicamente desde el año pasado; ella trata de ser amable y más cordial contigo que con cualquiera, y eso significa mucho puesto que podrías ir a verla en lugar de zafarte de la búsqueda inacabable de empleo para largarte a campo traviesa rumbo a los ríos que te dijeron son como los del Paraíso. 
Me dijeron, no, solo fue Amanda, y yo terminé yendo la vez pasada junto a Héctor y nos pasamos la mañana entera, desde las seis hasta casi la una de la tarde caminando y empañando nuestros ojos con el resplandor de cada planta, roca y nube que iba saliendo a nuestro encuentro. Al final, cuando vencidos por el cansancio decidimos sentarnos a beber nuestros refrescos y tomar la merienda, recién vimos a lo lejos el primer riachuelo, y nos precipitamos hacia él con los pies desnudos y los zapatos asidos por nuestras manos, felices y contentos. Sin embargo no metimos ni un dedo en el agua verde que fluía en armonía con el césped; por qué se preguntarán, te preguntarás, simple, habían criaturas hostiles parecidos a los bueyes pero con aspecto humano cuidando que nadie se atreva si quiera a tocar el agua. Por eso volvimos con el humor de perros con rabia, y tú con tus achaques de mujer, que dónde andaba, que por qué no estaba en el trabajo, cuál trabajo te dije, pero no oíste, para ti yo tenía que tener un trabajo, el que fuera, en lugar de irme por ahí en busca de chapuzones. Te mandé al carajo al cabo de unos minutos de discusión, recién entonces me arrojaste la fotografía.

Ya entiendo me dijiste, con que se trataba de esto; mira, Mercedes es una amiga muy íntima; claro cómo no, seguro te la tiras, alcancé a decirte, pero para qué, pues de inmediato cogiste la fotografía, la guardaste en tu billetera y sin decir más volviste a largarte. Lo supe, siempre lo supe, ¿sabes?, era tu amante, tu puta o algo así. Perro asqueroso, y encima te vuelves a largar. Maldito el momento en que tomé la fotografía y le dije a ésa que te la entregaría; no, le dije, soy su hermana, estúpida yo. Ahora supongo estás yendo rumbo al puente Rioja, asco te debería dar, meterte con una de esas ratas, en fin, si te atreves a volver con agua caliente te voy a pelar como a un cuy ya verás.

Llegas justo a tiempo querido Rodo, tu mujer fue más cordial de lo normal, me pregunto qué misterioso motivo la instó a comportarse de ese modo, a lo mejor pensó en obtener de la fotografía la información necesaria para satisfacer sus morbosas sospechas sobre nosotros. Y vaya que lo hizo, ven mi amor, dame un beso y hazme el amor sobre el suelo negro de este agujero, y rodemos juntos hasta el borde del abismo, después te mostraré algo, algo que tal vez satisfaga tus ansias de revolución de la mente.

¿En serio?, bueno Mechita, aquí voy.

No caer aun cuando era esa la impresión, por el contrario, elevarte como el humo pero hacia abajo y luego oscuridad total, negrura aplastante con injundias de dolor, enseguida el vapor caliente de tu cuerpo huyendo por tus orejas, desinflándote, chupándote y finalmente dejando de ti solo una bolsa de piel con huesos secos cayendo como hoja de álamo en otoño hacia el asfalto ardiente. Caos simultáneo con el nuevo mundo que se te hace familiar, una autopista, miles de neumáticos, pies enfundados en calzados, miradas de soslayo y sospecha de gentes subnormales. De pronto yaces como un indigente entre la basura reunida junto a un semáforo, se te ocurre pensar en aquellas criaturas que impidieron que tocases el maravilloso líquido de aquel lugar, pero enseguida te sientes abandonado de tu vitalidad, este es el hoyo reflexionas, no, no lo es, tan solo un lugar más en el que te será prohibido el agua, la belleza y la desnudez de un alma en armonía con su naturaleza libre. Entonces te incorporas, desprendes la suciedad de tu rostro y cuerpo, reemprendes la caminata, cubres tu cuerpo con la ropa vieja que se la robas a un alcohólico, y luego de mendigar consigues lo necesario para acudir a un teléfono y marcas:
- ¿Hola?
-Amanda mi amor, soy yo
-Oye, dónde estás, por qué me haces esto
-Lo siento, necesito tu ayuda
-Ya, está bien, dónde te recojo
-No lo sé, salté al abismo
-¿Qué?
(Fin de la comunicación telefónica, usted necesita introducir diez millones de monedas)

Caminarás sin rumbo, buscando la salida a este infierno. Sin salida, no hay remedio, no hay luz. Date vuelta que te toca la medicina. Garrafas de dolor para tu alma, severas lanzas en tus sienes. Y tu organismo resistiendo más allá de la razón. No hay final porque esto es el cielo en realidad, aquí todo es eterna purulencia de divinidad, eres un santo de oficio, una lacra de vicio. Anda, te echo el camino, extiende las piernas, libera el cuerpo, es tuya, toda tuya la condena.

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