domingo, 3 de diciembre de 2017

Club dedicado a John Malkovich

Lo conoces a través de Charly Kauffman y nunca más es el mismo, sino una especie de síntesis de lo mejor de la actuación, el hombre es magistral, maravilloso. Hoy terminamos de leer Desgracia de J.M. Coetzee, el maestro sudafricano, gracias a la genial interpretación de David que hace John. El final es la aceptación ante la serie ininterrumpida de desgracias que le suceden al personaje, el hombre deja la camioneta varada en la carretera y camina hacia la casa de la hija violada y embarazada por sus malhechores, de quienes uno ahora es vecino suyo y sufre de trastornos sexuales. David a llorado en silencio, ha golpeado el volante de su auto con furia, tratando de hallar una respuesta a toda la serie de eventos desafortunados que viene viviendo: la deshonra y criminalidad de haber amado a una mujer más joven que le costó la carrera de profesor de literatura en la universidad, la soledad del quincuagenario, soledad sórdida y brutal que le obliga a rebuscar a su hija sumida en labores agrícolas en medio del desierto, muy lejos de Ciudad del Cabo, el estupro y asalto del que son víctimas ambos, el rechazo de la sociedad a la que pretendió educar en Lord Byron y la poesía libertaria al pretender retomar su vida citadina, su incomprensión por el amor a los animales como si fueran humanos; y luego luego, la reconsideración, el volver a analizar las cosas desde otra óptica, ésa que parece rezar: tal vez todo el mundo está en lo cierto, que las cosas pasan y ya, que la ciudades te echan, que el amor se torna a veces en odio o peor, en indiferencia, pero que inclusive todo eso, termina pasando, que si se puede perdonar y retomar los lazos a otro nivel menos emocional, pues adelante. Entonces David representa esa dimensión del ser humano que le hace ceder, soltar las riendas de su actitud y dejar que el corazón piense y actúe; de ahí que retiras la rabia, escupes la indignación y liberas la venganza al cielo del olvido y haces por fin lo correcto: caminar y saludar a tu hija embarazada de un violador, y aceptar de ella un té. He ahí la genialidad de la literatura, un universo basto de humanidad, de acciones desmedidamente ilógicas pero altruistas. En resumidas cuentas estamos ante el espejo del hombre que cada vez pretendemos negar más, el hombre animal pero sagrado, incoherente pero mágico, impredecible y tierno. "Desgracia" de Coetzee, una maravilla.

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