FABIANA
En el rumor de cuestionamientos inquisisitoriales con
sus respectivos detalles innecesarios, evocados indiscrertamente durante la
charla con un nuevo pretendiente, decidió Fabiana callar. Se preguntó si
también el asunto entrado a colar seguiría mereciendo su melancolía. Quizá
hubiera logrado engañarse enumerando algunas afirmaciones que avalaran que sí,
pero en ese momento no tenía ánimos ni siquiera para eso, y aunque le pareció
inversosímil disponerse a hacer lo que ya estaba haciendo, es decir, acostarse
a las tres de la tarde, lo hizo. Apagó el televisor, cerró las ventanas y juntó
las cortinas, encendió el mechero y desdobló las colchas. Sus zapatos casi ni
sonaron al caer en el entablado, Fabiana creyó que eran muy tiernos y
caballeros por ese detalle, y con los pies descalzos acarició su par de tenis.
En la calidez de su respiración bajo las colchas, se
empeñó en entristecer.
Le había dicho al pretendiente que hablarían por la
noche, pero en realidad no lo haría, las ganas de estar triste la sobrepasaban.
Hacía un par de años que había muerto Guillermo, el
hombre que afirmó espontáneamente seguir amando. No sentía pesar alguno por
ello, es más, le parecía haberse dado un buen golpe de honestidad con tal
afirmación, por otra parte le fastidió el hecho de saberse estancada en el
recuerdo, ella, una mujer realizada y a todas luces segura de sí misma y con
bastante amor propio; de pronto se sintió completamente vulnerable, y estando
ahora decidida a pegarse un sueño melancólico, le sobrevino con repentina
urgencia las ganas de abrazar a un ser vivo. Pues aquel recuerdo le era, por
qué no, mortalmente abrazador. En ese instante oyó un golpe en el piso. Algo
que había caído, el viento seguramente, o algún bicho, la selva era una
vorágine de ruidos.
Resonó en sus oídos otro ruido, esta vez se trataba del
recuerdo de su voz al teléfono, decía: También me puse mal luego de la partida
de Guillermo, bajaron mis defensas y enfermé. El pretendiente quiso saber si
valía la pena seguir así, que de cualquier forma la vida seguía, ellos estaban
vivos y los que no, pues ni modo, habría que honrarlos de vez en cuando y nada
más, pero ella ya no escuchó la última parte, su mente se pobló del recuerdo. Pretendió
que la figura e imagen de Guillermo le resultara narcótica, lástima, era muy
temprano y además de lo que realmente padecía pór esos días, era de insomnio.
Desistió, salió de la habitación, fue directo a la
calle, los niños del vencindario jugaban pelota, transcurrían los vehículos
ensrodeciendo como siempre la atmósfera. Iría donde su tía a jugar con su
sobrina, una niña en silla de ruedas llamada Lucero, le leería algo tal vez o
simplemente se sentaría a verla condenada a su silla.
GABRIELA
Como todos los días, Gaby dejó la cama a regañadientes,
maldijo una vez más a Pedro, el padre de Roxana, su hija de cinco años. Se le
hizo una vez más todo un mundo repulsivo tener que preparar el desayuno, vestir
a la niña, llevarla al jardín y quedarse en nada entre las nueve y las once,
momento en el que tendría que empezar a cocinar y recoger a la niña,
alimentarla, mudarle de ropa, hacerle jugar y acostarla a media tarde y otra
vez quedarse al aire entre las cuatro y las seis.
Quedarse en el aire, no saber qué hacer e inclsuive
habiendo qué hacer, no hacerlo por decidia y a veces por miedo a interesarse
más de la cuenta en ciertas cosas que a fin de cuentas solía decirse
últimamanete ya para qué, era lo jodido de volver a la carga día a día. Habíase
propuesto conseguir un empleo, ejercitarse y remoldear su figura, enamorarse
otra vez y salvar su adultez, y es que ya le inquietaba la vejez, le faltaban
un par de lustros para llegar a los cuarenta y algo le decía que si llegaba
sola no habría remedio. No obstante por ahora le alcanzaba con el dinero que
Pedro regularmente le venía depositando para la niña, al parecer sus ambiciones
terminaban donde empezaba su pereza. Y siendo honestos, tampoco la pasaba tan
mal. Por lapsos muy cortos, la esperanza del amor parecíale devolver las ganas
de sobresalir, es decir, trabajar, ahorrar, vivir mejor, al modo que la
sociedad capitalista y consumista impone con agresividad. Pero cada mañana,
sola, defraudada, mataba esa ilusión, y comenzó a sentir que tal vez no hacía
falta, que bueno, había tenido su juventud llena de galanes y flores y apasionamiento,
y que ahora era otra etapa sin nada de eso. Sin Darse cuenta empezó a
resignarse, el suelo debajo del concreto de su habitación se apretujó más y
afuera el otoño dio inicio.
Los periódicos describían caos y desastre, el agua se
cernía sobre el país que parecía hundirse rápidamente. La resignada Gaby
decidió dar un paseo por el centro de la ciudad. Su hija dormiría un par de
horas, de manera que cogió su bolso y el paraguas y salió con una sonrisa en
los labios, se imaginó yendo a ver a alguien, de este modo parecía tener
sentido hacerlo, y cuando sucedía eso, todo parecía estar bien. Tener un
sentido, un objeto, aunque sea pequeño e
alucinado,he ahí la fórmula para seguir vivo y contento. Durante el camino comenzó
a llover, se arrepintió de haber salido, de pronto llaman a su celular y se le
ilumina el rostro.
ELIANA
Si alguna vez había creído en las palabras que ahora
recibía en su móvil, lo olvidó. Ahora le parecían palabras de un embustero y
charlatán que solo pretendía llevársela a la cama y hacer como si nada hubiera
sucedido y todo seguiría igual. Y aunque ella era una persona muy apasionada,
no lo sería más con él.
Sin embargo el asunto no era tan sencillo, o sea, no
contesto sus llamadas, ignoro sus galanteos, me convierto en una total
indiferente para él, no bastaba, pues el hombre era impetuoso, su insistencia
fácilmente oscilaba entre la calma y la tormenta sin mayor dificultad, lo cual
significaba solo una cosa: que el hombre seguía enfermo en el manejo de sus
emociones. Y esto llegó a saberlo contrastándalo con otros hombres, los cuales
no prestarían mayor atención ni importancia a la situación si fueran ellos él.
Como sea, todo el amor y arrepentimiento por sus excesos cometidos durante su
corta convivencia y crianza del hijo que llegaron a concebir ambos durante el
idilio de su relación, le sonaba a excusa burda de un alma y una mente dañadas,
anormales y en consecuencia, sumamente riesgosas.
Una mente que bien era capaz de fomentar el odio y
organizar el caos donde solo había calma y trivialidad, un espíritu conflictivo
y amenazado por la latencia de peligros surreales, como por ejemplo, la inutilidad
y ausencia total del sentido de responsabilidad, la indolencia ante los asuntos
realmente importantes como la perseverancia y el empuje hacia el progreso y la
mejora de la calidad de vida, un ser que tranquila y cómodamente podría
contentarse con un libro, un disco de hard rock sonando alto y una buhardilla
donde maquinar sus embustes, llamados con vanagloria por él, arte. ¿Qué arte es
aquel que corroe, contamina, perturba?, ¿acaso la contribución a un mundo mejor
no era la consigna ideal del arte originalmente?, en qué habían ayudado a mejorar
el mundo de por sí, agotado y vetusto, toda esa bola de locos, enfermos y
suicidas irresponsables? No, ella no necesitaba más de eso, estaba total y
plenamente convencida. Al menos por ahora.
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