martes, 28 de marzo de 2017

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Para Gertrudis las cosas se le presentaron tan fácil que rió al saberlo. No haría nada, solamente tenía que decir sí y listo.
Durante mucho tiempo había contemplado de lejos la vida de Cataño, un huevón de lo más ordinario pero que excepto por un detalle no significaría ni mierda. Dibujaba. Y lo hacía de un modo que no pudiendo comprender, la pobre Gertrudis, dejábase llevar y delirar en segregaciones gozosas de placer cuando veía al hombre trazar líneas frente a ella.
Sin embargo habían otros asuntos. El individuo cierto día la vio pasar por la calle y acercándose le dijo hundiendo su rostro en el cabello de Gertrudis, quien pasaba casualmente por ahí y había hecho como quien no sabe de qué trata todo aquello, finalmente dejando que el rostro del dibujante se pierda en su cabellera, suspiró estremecida.
Por aquellos días las mujeres daban la hora, estaban a la batuta y hacían y deshacían, pero todavía quedábamos los marginales, los seres a quienes no les importaba quién rigiera en esos momentos, pues nos daba lo mismo. Y desde la otra orilla mirábamos cómo transitaban sus comedias, y a veces, sobretodo los lunes por la noche, sacábamos pedazos de papel y en ellos describíamos el circo que presenciábamos. 
Pero también es innegable, o resultaba irrefutable, que había buenas canciones. El dibujante sabía eso, era su manera de decirle al resto quién era, qué quería, o lo que fuera, era su modo de comunicarse, solía decir un par de cosas y el resto eran canciones que se ponía a sugerir a diestra y siniestra.
Con todo este recuadro, este contexto coyuntural, estaban los dos en la calle, él diciéndole vamo a tomar unas cervezas y ella siendo incapaz de rechazar la oferta.
Vámonos, le dijo, escapemos. Hay una ciudad de piedra, alquilamos una buhardilla y listo. Lo vivimos.
Suena tan triste, le quiso decir ella, pero el maldito dibujante y su rostro metido en su cabello, abrazando con su voz su cuello. Explicame bien eso, le dijo.
Él lo hizo, ella comprendió, se fueron. Nadie supo en qué terminó aquello, o si todavía están en la ciudad de piedra, viviéndolo.

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