martes, 7 de julio de 2015

Más veneno

Podían sentirlo, cada que inmolaba mi ser ellos lo sentían y me daban por muerto, cómo no si ya lo estaba. Cosa extraña no asumirlo totalmente. Mientras tanto días y días tras ideas difusas y carentes de forma, ideas deformadas por la esquizofrenia, por la química devastadora de una época consumada en su desigual marcha, batalla, contienda. Diciendo cientos de veces ya basta, pero haciendo que curso de la maldición siga su retorcido camino. Surcando las riberas de un río seco, en forma de viento, de polvo, de recuerdos, y cómo no, de deseos. Ahora esto, la certeza de lo improbable, de lo imposible, la incapacidad de mover los dedos o los ojos hacia otro lugar que fuera el suelo, ya no el cielo, el suelo, las piedras, los muros, las sombras, los insectos. El agua cayendo a cuentagotas, torturando la mente y hasta el cuerpo, porque cuando oyes desde la otra esquina, no es el sonido del agua lo que oyes, sino el sonido de la caída, de venirse abajo constantemente, sin tregua, lleno de dolor y de ese extraño placer llamado deseo infinito de más veneno. 

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