miércoles, 16 de septiembre de 2015

Una noche en la vida


Quedas con el hijo de puta de tu dealer para las seis y media, le llamas a las siete y el muy cabrón te sale con que le esperes media hora más. Qué significa media hora en la urgencia de un yonky, significa morir lentamente, agonizar sin misericordia. Entonces alquilas una cabina de internet para ver videos y tratas de hallar un show completo de los demonios Deicide cuando lo integraban los hermanos Hoffman, y lo hallas, una noche dedicada a satanás allá por el año 1997 en Nueva Jersey, suena como mil putas empaladas y te complaces, evocas la pestilencia del demonio en tus noches más insanas y oscuras y sabes que suena así. Los temas avanzan como avalanchas, Glen Benton ruge con desaforo, los solos de los hermanos Hoffman son desquiciados, ésta es la razón por la que perdiste la razón, éste el motivo por el que estás dispuesto a sacrificar tu vida en aras de la oscuridad y la demencia, los riffs oscuros y demoniacos, los golpes de Steve en la batería solo pueden conducirte al basurero enfermizo de perder la cordura y ser un pedazo de carroña andante con los caminos extraviados en el infierno de la esquizofrenia. Pasan los minutos, han transcurrido quince minutos y recuerdas que el hijo de puta que esperas considera que decir media hora es como decir una hora y lo detestas, desearías sacarle las muelas a pedradas mientras lo tienes atado a un árbol lleno de hormigas gigantes y rojas, desnudo y rociado con gasolina que enseguida encenderás para con las flamas de su carne chamuscándose encender un cigarrillo y mear sobre su rostro pidiendo clemencia que nunca le darás. Maldito hijo de mil putas, te odio como no te imaginas, pero te espero y te esperaré hasta el día que me decida cortarte el cuello.